sábado, 25 de junio de 2011

Razonar.




















La que sigue es una reproducción de un artículo publicado por quien ésto escribe en el año 2009 en la revista de uno de los colegios en los que me desempeño:el Instituto José Manuel Estrada de la Ciudad de Buenos Aires.

En él se intenta explicar que hasta para los hechos más comunes y cotidianos requerimos de una dosis de razonamiento.Y que esa actitud es una de las bases del proceso educativo.

Aquí el texto:

Abrir la puerta al razonamiento

A veces desde la recepción uno mira como personas que llegan al colegio emprenden una “breve lucha” con la puerta del establecimiento. Esto casi siempre termina cuando nuestras recepcionistas le expresan en forma de frase salvadora al damnificado: “hacia afuera”.

¿Por qué nos equivocamos? (Nos cabe a todos ¿quién no se trabó alguna vez en un bar, en una oficina pública, etc?).
Sin caer en un análisis profundo que les corresponde a los especialistas de la psicología, podemos reflexionar que no nos detenemos a pensar, aunque sea dos segundos antes de abrir la puerta. Con sólo ese tiempo elaboraremos una estrategia veloz en nuestra mente: Tire significa hacia mí. Empuje es hacia delante. Elijo la opción correcta y ya puedo entrar al colegio.

Al salir la situación se da en menor cantidad, seguro que por la experiencia previa y el no querer pasar un segundo papelón (así lo sentimos, pero obvio que no es para tanto).

¿Y tan importante es este hecho para mencionarlo en la revista del colegio?
Es un hecho cotidiano que nos sucede a todos y en todos lados. Todo por apresurarnos, por no tomarnos unos segundos para razonar.
También por algún mecanismo psicológico, una vez pasada esa primera situación, después ingresamos sin problemas al establecimiento. Salvo algunas veces cuando retomamos nuestras actividades luego del período de vacaciones o cuando estamos distraídos pensando en otra cosa.

Y este simple y cotidiano ejemplo, nos sirve para pensar en algunas situaciones de la vida escolar.
Por ejemplo:
Un problema en Física donde hay que averiguar una distancia y el resultado para el alumno es 40 segundos. Sí lo habré visto a nuestro compañero y amigo Carlos Degrossi haber sufrido con esas situaciones en las mesas de examen.
O que una suma de dinero como la que puede manejar alguno de nosotros (pequeña), colocada en un banco a tasa de interés determinada, resulte luego de los cálculos en una fortuna comparable a ganar el loto que se jugó por estos días en Italia.

Con esto demostramos que no sólo es cuestión de enseñar y aprender los contenidos respectivos. También lo es, de crear o alentar hábitos en nuestros alumnos, de acostumbrarlos a estar atentos siempre y detectar un resultado no coherente .Y eso es importante para el colegio y para la vida en general.

Muchos de los chicos trabajan. ¿Se imaginan que lo hacen en un supermercado y ante un cliente que viene con un changuito lleno la caja le indica $5?
Seguro que vuelven a hacer la cuenta, porque razonan que es imposible que un gran volumen de venta resulte en un costo tan escaso.
Pero claro, en esa situación se está atento, un hecho así no advertido derivaría en una suspensión o pérdida del trabajo.
¿Y por qué no la misma atención en nuestras clases? Seguramente equivocarse en esa situación no es tan problemático como en la antes mencionada. No se le da tanto valor, tal vez nosotros no podamos transmitir con eficacia el hacer las cosas correctamente en el ámbito educativo (tanto como en el laboral).

Con todo lo escrito se pretende demostrar que un error inicial puede ser muy común. Y nos puede servir de importante experiencia para no volver a cometerlo. La receta es muy simple: reflexionar, darse cuenta de la falla y la experiencia provocará que tal vez nunca más nos equivoquemos.

Al insistir a nuestros alumnos que razonen, verifiquen y estén atentos a todo, le estamos haciendo un gran favor. Tanto cómo ser capaces y bien preparados en las materias que les enseñamos. O para abrir sin inconvenientes una puerta. Que puede ser la del colegio o metafóricamente la de un prometedor futuro en la vida.

Pablo Gerbiez