sábado, 29 de mayo de 2010

¿Educar en la secundaria sólo pensando en la Universidad?


En el suplemento del New York Times que publica Clarín el 22 de mayo se trata el tema de la conveniencia o no de seguir estudios universitarios cuando estos son muy probables de no concluir o se extienden más de lo que corresponde a los planes de estudios.

También se mencionan la falta de profesionales en ciertos segmentos y la sobreoferta en otros, por ejemplo algo que ocurre también en nuestro país: sobran médicos y faltan enfermeros diplomados.

Obviamente las diferencias entre EE.UU y Argentina son enormes y hay que hacer notar que las más prestigiosas universidades del país del norte son privadas (y caras) y las mejores casas de estudios del nuestro son estatales y gratuitas.

Ahora: ¿en nuestro secundario, los planes de estudios deben tener como base la continuación de ellos en la universidad? ¿O se debe enseñar para formar ciudadanos aptos para desempeñarse en la Sociedad?

Seguramente una cosa no debe anular la otra.
Pero muchos miembros de la comunidad educativa y de la sociedad creen que el secundario debe formar esencialmente para empalmar estudios con la facultad.
Es así como por ejemplo en la ciudad de Buenos Aires los programas de ciertas materias, Física o Química por caso, se basan en muchos colegios, en los contenidos del ciclo básico común de la Universidad de Buenos Aires.

¿Es esto bueno? Lo es, pero tengamos en cuenta que no todos los alumnos seguirán en la UBA y tampoco todos seguirán una carrera universitaria.

Existe una idea subycente que establece que toda persona que culmina su secundario debe seguir una carrera universitaria. Esto lleva a inscripciones de multitudes de alumnos en la universidad. Mucho se anotan para “ver”, la primera semana de clases abandonan por no soportar el nuevo ritmo, otros desertan luego de la primera tanda de parciales. Todo esto se podría evitar, es un costo grande para el Estado, para los profesores que deben dar clases a cientos de alumnos en un mismo aula, perjudicando a los alumnos que tienen bien en claro su deseo de seguir y terminar sus estudios.

Habría que estudiar la forma de terminar con esa situación. Una es orientar e informar a los alumnos en su último año de secundario sobre las opciones de carreras terciarias no necesariamente universitarias.

Sintetizando: guiémonos por el interés general, en donde la universidad tiene un porcentaje muy importante pero no es el fin único de nuestros alumnos.
Y por sobre todo en nuestros secundarios eduquemos fundamentalmente para la vida ; la universidad será parte de la de muchos de nuestro alumnos, pero no la única y tampoco la de todos de ellos.

(La imagen que acompaña esta entrada corresponde a la portada del suplemento del New York Times del Diario Clarìn de Buenos Aires correspondiente al 22 de mayo de 2010.)

sábado, 22 de mayo de 2010

En positivo.


Cómo me parece que últimamente las entradas se estaban tornando muy críticas y sí hay algo que no comparto es estar siempre quejándose, aunque a veces es una consecuencia de los que nos depara la realidad o por lo menos la realidad que percibimos, pensé que acorde con los festejos del Bicentenario, es necesario escribir sobre todo lo positivo de nuestra profesión, de nuestros colegios y de nuestro sistema.

Es así que quiero destacar y valorar a:
Los profesores que se dedican con ahínco a su trabajo. Los que no faltan porque sí, los que tratan correctamente a sus alumnos, sin autoritarismo pero sin demagogia, los que no hablan más que de su materia en el aula sin dedicarse al chismerío barato y por el que no se les paga en horas de trabajo. Los solidarios con sus compañeros, los educados- sí los educados- (parece una contradicción que no los haya en una “fábrica de educación” como lo es una escuela) que saludan y son saludados por sus compañeros de trabajo aunque no haya amistad entre ellos. Los que no se creen “grandes personajes” o mejor dicho que su humildad los hace ser grandes de verdad. Los buenos compañeros de trabajo, sin distinción de jerarquías.

Las autoridades que tratan de igual forma a sus dirigidos, tengan o no relación amistosa con ellos. Los que defienden a sus profesores ante quejas injustas de los padres de los alumnos.

Los supervisores que se presentan ante el personal de una escuela bajo su órbita, para escuchar las inquietudes de los docentes. Y que su función es no la de mostrar su autoridad jerárquica, sino fundamentalmente la de asesorar en bien del funcionamiento de las escuelas.

Los alumnos que respetan a sus profesores independientemente de actitudes propias de su edad.

Los padres que así como exigen que sus hijos sean formados integralmente y respetados como personas, también enseñan con la palabra y la actitud a sus hijos el respeto que deben tener por sus profesores.

Los Ministros de Educación que conocen la realidad de los colegios, los que visitan los establecimientos escolares para conocer la realidad de manera directa, los que toman contacto directo con la comunidad educativa.

Vieron que hay muchas cosas muy buenas que destacar.

sábado, 15 de mayo de 2010

Planificaciones y cursos de perfeccionamiento.


En las primeras semanas el ciclo lectivo las clases se centran en repasar temas del año anterior (o de la primaria sí se trata de primer año).
Es la etapa del diagnostico. Los resultados son mediocres o malos. Algo para tomar nota y revertir ¿por qué los alumnos no pueden aplicar conocimientos ya adquiridos?
Y a partir de ello la planificación. Pero no aquella natural y que corresponde ante cualquier actividad que nos planteemos en el año.
No, es la planificación burocrática. Esa que tienen que tener tales columnas, tales objetivos, tales contenidos. Esa que nos quita tiempo en que podríamos usar en un verdadero plan para afrontar el año.
Y ello lo podríamos volcar de la manera màs sencilla y efectiva posible.
Pero la burocracia puede más en la docencia también.

Segundo tema: Durante el año escolar los docentes buscan entre las ofertas de cursos de capacitación. Los hay buenos, doy fe. Novedosos, interesantes, con capacitadores idóneos, clases productivas.
Pero los hay también intrascendentes. Aburridos y que no dejan nada en el docente cursante. Bueno algo dejan: es una constancia que presentada ante la junta de clasificación dará puntaje para el docente .Ese es el motivo de asistir a algunos cursos: el puntaje.
Pero no siempre ese es el fin de todos los docentes. Obvio que muchos buscan aprender, actualizarse, compartir ideas y experiencias con colegas.

Ahora uno se pregunta ¿no se podría tener una instancia de evaluación de la calidad cultural de cada docente? Muchos no tienen tiempo para esos cursos, sin embargo sí lo tienen para leer, informarse, cultivarse, escribir y eso es tan o más valioso que concurrir a algunos cursos que en realidad no cambian nada en nosotros.
Pero claro este el sistema y sus reglas y cuando nos dedicamos a esta profesión sabíamos que era así.

Pero no hay que perder las esperanzas las esperanzas. Que una instancia de la capacitación sea la autodidacta, por supuesto evaluada por profesionales idóneos. Y que la planificación sea más realista y menos burocrática.
Porque seamos sinceros a nosotros nos gusta enseñar, dar clases y no perder tiempo en papeles que quedan guardados en algún armario y que nadie mira.O en obtener un papel con uns firma que consta haber sido capacitado.

sábado, 8 de mayo de 2010

Rateada.


(Por las dudas sí algún amigo de Latinoamérica no conoce la expresión bien argentina, ratearse es no entrar al colegio y pasar el tiempo de clases en otro lugar hasta regresar a casa y dar la imagen ante los padres de haber tenido un día normal de clases).
En otras épocas era un acto de audacia, podríamos decir. Tenía algo de romanticismo.
Era generalmente para escapar de una lección (sí era prueba escrita eso significaba un uno seguro) o simplemente no tener ganas de ir al colegio. Un gran porcentaje de personas adultas lo habrá hecho alguna vez. Y hasta tal vez lo recuerde con nostalgia.
Sí ibas al colegio en turno tarde el lugar seguro para pasar esas horas era el cine ¡Existían los cines de barrio y podías ver dos o tres películas!
Eso sí era una vez o muy de vez en cuando y ni acercarse a la escuela y que alguien te vea. La sanción menor era una doble falta y un aviso a los padres. Pero tampoco terminaba en algo tan tremendo, en muchos casos los padres con severidad pero sin histeria nos persuadían de no repetir esa conducta.

Y en estos días que pasó que traemos este tema: una mega rateada (valga la expresión) en Mendoza. Se convocó por Facebook y reunió a miles de alumnos.

Y ahora las reflexiones:
¡Qué proeza no! ¡Qué orgullo para sus organizadores…………………..! Pensar que en otras épocas aparte de esa o esas ausencias-rateadas al colegio había chicos idealistas que luchaban por sus derechos en los centros de estudiantes o pedían que se les permitiera agruparse en ellos. Estaban los que ayudaban en los barrios de emergencias. O quienes cumplían alguna misión social humanitaria. (Obvio que aunque en mucho menor medida todavía quedan jóvenes como esos).

¿Y qué se debe hacer con respecto a la rateada? Seguro que “todos los especialistas en educación“ dijeron o dirán algo al respecto. Sí esos que como decimos a menudo en este blog, nunca pisaron un aula desde que terminaron el secundario.

Y que opina uno que como miles de otros siempre está pensando sobre educar.
Es un hecho infantil, pero muestra la debilidad del sistema. Un "hoy no entramos" de toda una división era lo máximo que se podía hacer en esas épocas comentadas.Eso era una vez y los estudiantes sabìan que habrìa alguna consecuencia.Pero nunca una ausencia de un colegio entero, y menos una coordinada de decenas de colegios.

Cada colegio debe evaluar la medida a tomar. Esperemos que no sea un: se portaron mal, no lo vuelvan a hacer. O que se culpe a los docentes, cuyas clases aburridas calificadas así por muchos de esos “especialistas” antes mencionados, provocan el "desgano de los alumnos".

Pensar en lo serio de la situaciòn generada,cualquier accidente que hubiese ocurrido se les haría responsable al colegio por más que los alumnos ni ingresaron.

¿Y el sitio de Internet que fue vehículo de esta convocatoria? Hay muchas cosas para criticarle pero hay que reconocer que no es el responsable. Fue una herramienta usada para ese fin. Ya comentamos que muchas cosas de estos sitios no nos gustan. Pero que pueden ser útiles para otras cuestiones positivas.

¿Y los padres? Seguro que le echaran la culpa a los colegios, al sistema educativo. Y ellos ¿qué control tienen sobre sus hijos?
Claro echar la culpa al otro y no asumir su propia responsabilidad es lo más cómodo.

Y bueno seguramente las mentes brillantes que organizaron esto, sentirán un gran orgullo. Sabrán seguro (o no) que miles de adolescentes como ellos no se pueden ratear simplemente porque no pueden ir al colegio por cuestiones económicas, sociales, familiares.
Yo me acuerdo de esos chicos idealistas de hace unas décadas, muchos de ellos se jugaron y perdieron la vida por esos ideales en èpocas sombrìas de nuestro paìs. Los recordamos con mucho respeto.

Y bueno por ahí un día las cosas mejoran.



La imagen corresponde a una nota de www.pagina12.com.ar del domingo 2 de mayo de 2010.

sábado, 1 de mayo de 2010

Las preguntas deben estar perfectamente formuladas.


Hace ya muchos años circuló un archivo en Internet muy interesante. Su título era una pregunta que un profesor le hacía a su alumno en su examen de Física ¿Cómo medir la altura de un edificio con un barómetro? Pueden encontrar también la historia, sí nunca la leyeron, entre otros en este enlace:

http://www.grupoalianzaempresarial.com/edificio.htm

En síntesis: el alumno Niels Bohr se “burla “de su profesor(presumiblemente Ernst Rutherford) respondiéndole a la pregunta aludida de diversas maneras, como: “le ato una cuerda, lo bajo desde la azotea hasta tocar el piso y luego mido la longitud de la cuerda” o cuando le piden que use conocimientos físicos dice: “la dejo caer y mido el tiempo en que toca el piso, luego calculo la altura que es igual a 0,5 por la aceleración de la gravedad por el tiempo al cuadrado”. Y así sigue con respuestas correctas, no cuestionables, acordes al enunciado de la pregunta. Esas respuestas incluyen al ir avanzando Bohr en sus “irónicas respuestas” argumentos físicos muy elevados.

Obviamente el profesor esperaba aquello que le respondería cualquier estudiante medianamente preparado: aplico el teorema general de la hidrostática: la diferencia de presión atmosférica medida por el barómetro entre la azotea y la calle por el peso especifíco del aire es igual a la altura el edificio.
Pero el profesor debió prever lo que luego le enseñaría su alumno: que enunciada en forma genérica esa pregunta tiene varias posibles respuestas, aplicando o no conocimientos físicos. Aunque alguna de esas respuestas son genialidades que sólo en alumnos brillantes se podrían esperar.

La primera vez que recibí ese adjunto lo imprimí y se lo di a algunos compañeros y pensé que ¡buen material para una clase de profesorado! Supongo que debe ser parte de las actividades de no sólo los profesorados de Física, sino de cualquier otra disciplina.
Desde ya es fundamental en nuestras evaluaciones que las preguntas y consignas sean claras y que en ellas trascienda sin dudas que es lo que queremos evaluar en el alumno.

Una vez integrando un tribunal examinatorio, una compañera le corregía el examen a un alumno. Le había dado entre otros un problema de dinámica. El enunciado era más o menos así: Un cuerpo tiene una masa de 20 kg ¿Cuál es su peso? (No era esa toda la pregunta pero es la parte que ahora interesa).Respuesta del alumno: 20 kgf (kilogramos fuerza).Totalmente correcta. Pero mi compañera dice “está mal, sí es en la Luna no es 20 kgf”; pero vos no se lo aclaraste le dije. La profesora quería que aplicase la ley de masa de Newton y que utilice la fórmula correspondiente, es decir daba eso por implícito, pero la anécdota central de esta entrada nos deja como lección que nada es implícito todo hay que hacerlo constar bien claro en las preguntas. No recuerdo como terminó la cuestión pero evidentemente mi colega no estaba en lo cierto con su primera actitud.

Algo parecido le pasó también a quien esto escribe. En una prueba escrita se preguntó ¿Pueden existir átomos de un mismo elemento con distintos números másicos? Un alumno respondió en su hoja de examen, Sí.
Ante la acotación mía que faltaba justificar, el alumno me dijo que eso no estaba en la consigna. Y tenía razón, aunque cualquiera lo hubiera hecho aunque no lo exigiera la pregunta y completaría que esos átomos de un mismo elemento con distintos números másicos se los llama isótopos. Pero era incuestionable la actitud del alumno.
A partir de esa experiencia les aclaro a los estudiantes en la primera clase, en donde se dan las pautas de trabajo, que toda pregunta por sí o por no debe ser justificada, aunque el enunciado no lo explicite. Algo que quedará implícito en todo el desarrollo de la materia, sea evaluaciones, clases, etc. Y que ese es el espíritu de una Ciencia. Pero tiene que quedar claro desde la primera clase y yo no lo hice.

Lo mismo debe ocurrir con el procedimiento en un ejercicio, siempre debe saberse que tienen que figurar en la hoja de prueba, no sólo es cuestión de resolver un problema sino también de demostrar como fue el camino realizado.
Por último una polémica sobre esto último comentado y que sucede mucho ya en la etapa universitaria ¿Se debe considerar totalmente errado un problema en dónde el procedimiento es correcto y hubo un error en los cálculos? Generalmente se responde con algún ejemplo de la medicina ¿Qué pasa sí en un examen de glucemia hay un error y eso implica encarar el tratamiento adecuado y suministrar por ejemplo una dosis de medicamento que podría ser fatal para el paciente? Es cierto y eso puede ocurrir. Aunque obvio que en esos casos se realizaría un segundo análisis para confirmar y un eventual tercero sí los dos primeros no coinciden.

Queda entonces la actitud a criterio del profesor, por mi parte no consideraría totalmente nula la respuesta, le asignaría la mitad por decir algo en abstracto, del puntaje asignado a esa respuesta.
Conclusión: Seamos claros con nuestras preguntas. No exijamos lo que no figura en ellas. Valoremos lo que nos responden nuestros alumnos aunque no sea perfecto, pero vayamos guiándolos para que en lo posible no cometan errores que arruinen el puntaje de un examen en preguntas que tenían todo para ser bien respondidas.