sábado, 26 de junio de 2010

Pésimos ejemplos.












Una de las formas en las que lamentablemente las personas se insultan es asignarle al otro alguna enfermedad,como sí esa situación fuera algo criticable.
Es algo muy triste, más sí quienes lo profieren son personas públicas.

Así por ejemplo un político ganador en la elección del año anterior llamó bipolar a un competidor de su propio espacio ideológico y que tiene una importante función ejecutiva.

Un personaje mediático se dirigió a otro de su mismo estilo con el término mogólico en uno de los programas más vistos de la televisión argentina.

Un hombre de varias décadas de TV se refirió hace unos meses a una de las persona con las que mantiene diferencias con la palabra autista.

Sí señores, de esa manera se expresan nuestros personajes públicos. Usando como un cargo a enfermedades o discapacidades que sufren miles de personas (aunque es igual de grave sí lo sufriera una sola).

Algunos de ellos o todos se disculparon cuando se dieron cuenta de su error.
En realidad es una falta que no deberían haber cometido. Muchas personas sufren por esas enfermedades o diferencias de capacidades y junto con ellas sus familiares.
Todos los que hablamos en público debemos medir nuestras palabras. Más quienes lo hacen frente a miles de personas. Algo que no se tendría que repetir.

Esas expresiones son vistas, escuchadas y leídas por millones de personas. Muchas de ellas niños y adolescentes.

Ustedes señores funcionarios, políticos, personajes de los medios también educan y de la manera comentada quienes lo hacen dan un pésimo ejemplo a los jóvenes.
Muchos de ustedes después son los que posiblemente culpen de la causa de falta de modales y de respeto en los jóvenes a la escuela y sus docentes.
Por lo menos que sus acciones se condigan con lo que declaman. Es lo menos que se les pide.

(La imagen que antecede esta entrada corresponde a la edición en Internet del diario "Los Andes" de Mendoza del 15 de junio de 2010).